¿Cuál es la mejor forma de vencer el miedo? ¿Cómo enfrentarse a las dificultades? y ¿Cómo salir más fuerte, maduro y resiliente de los desafíos de la vida? Estas son algunas de las preguntas que responderemos en este artículo.
Muchos han creado técnicas como el misogi o los ritos de paso. Otros se han dedicado a investigar cual es la mejor forma de hacerlo -el estado de flow-. En la historia se han registrado leyendas sobre dioses que atraviesan grandes odiseas y en el camino se fortalecen – el dios Izanagi-. Los investigadores siguen estudiando que es lo que nos hace más resilientes. Y el conductismo parece haber respondido a estas preguntas desde hace más de un siglo.
Haremos un recorrido por todos estos caminos hasta llegar a las bases más profundas de nuestra conducta y explicar cómo todo esto cobra sentido cuando lo entendemos desde los principios que rigen nuestro comportamiento.
Izanagi
Las situaciones que nos exigen retos psicológicos parecen ser indispensables para tener mayor bienestar, autoestima y resiliencia psicológica. El doctor Marcus Eliot se refiere a este tipo de situaciones que implican retos como misogi.
Para entender lo que es el misogi debemos remitirnos a su origen. El origen de esta palabra viene del texto más antiguo del Japón conocido como el Kojiki. En el cuentan la historia de Izanagi, un dios taoísta. Casado con la diosa de la creación y la muerte. Estos dioses estaban tremendamente enamorados y vivieron felices hasta que la esposa de Izanagi muere dando a luz y desciende al inframundo.
Izanagi atrapado en el dolor de su perdida entra en un estado de depresión y empieza a llorar y dormir demasiado. Hasta que un día decide que ya es suficiente y que tiene que hacer algo. Se arma de valor y desciende a la tierra de los muertos, convencido de poder traer de vuelta a su esposa.
Al llegar se encuentra con un escenario escalofriante. Había demonios, zombis y figuras horripilantes que querían atraparlo y dejarlo allí eternamente. A pesar de todas las dificultades que se le presentaron a Izanagi, logra sortearlas y finalmente encuentra a su esposa…
Pero al verla se da cuenta que ella ya ha sucumbido a los peligros del infierno. Estaba parcialmente descompuesta y tenía un aspecto demoniaco. Impactado, entendió que debía salir de allí cuanto antes sino él también caería presa de la influencia demoniaca.
Después de haber encontrado a su amada, este dios debe realizar otra odisea para encontrar el camino de vuelta. Se enfrenta a demonios y a monstruos y después de superar lo que parecía imposible encuentra la salida a través de una caverna… Y una vez afuera se lanza a un río helado que encuentra cerca… y se purifica de las bajezas del infierno.
El haber vivido tal aventura y haber sobrevivido lo lleva al estado de sumikiri: la clarividencia mental y corporal. Se liberó de todas sus impurezas y limitaciones. El haber sido capaz de superar la adversidad lo hizo más fuerte de mente, cuerpo y espíritu.
Él escritor Michael Easter, en su libro llamado: La crisis del confort, desarrolla la idea del misogi y lo entiende como esos desafíos épicos que permiten reiniciar la mente y el cuerpo.
En su libro explica lo atrapados que estamos en el confort de la sociedad actual y cómo al salir de esa zona de confort que hemos creado y enfrentarnos a desafíos similares a los de nuestros antepasados, nos sanamos.
Uno de los principios, que rigen nuestra conducta, implicados en esta experiencia es el principio de aprendizaje uniestimular. Nos habituamos a estímulos a los que estamos expuestos de manera constante. Por más placentera y fácil que sea la vida actual, no sentimos ese confort.
Al dejarnos de exponer a las comodidades por pedidos largos. En lugares sin electricidad, ruido, o agua potable de fácil acceso y luego volvernos a exponer a las comodidades de la vida actual. Volvemos a sentir el placer del agua caliente y a disposición en cualquier grifo, el sofá cómodo y la tele. Nos volvemos nuevamente sensibles y agradecemos y disfrutamos de nuestros privilegios.
El misogi se ha relacionado también con el estado de flow y con los ritos de paso.
El estado de flow
Es un concepto acuñado por Mihály Csikzentmihály. Este investigador descubrió como los artistas podían entrar en estados de meditación mientras trabajaban. Estaban tan absortos y presentes que los pensamientos, las sensaciones de dolor y hambre y el sentido del yo se desvanecían.
El estado de flow requiere de dos condiciones: La primera, es exceder los propios limites y; la segunda, es tener un objetivo claro. El doctor Marcus Elliot pionero en misogis modernos habla de una relación 50/50. Debe ser algo que te rete, que vaya más allá de tus límites. Debes tener un 50% de probabilidades de conseguirlo.
Para el doctor Elliot un misogi sería por ejemplo, cuando sabes que a la hora de correr nunca has hecho más de 15 kilómetros pero piensas que esforzándote mucho podrías correr 25 kilómetros. Eso quiere decir que si corres 30 kilómetros sería un misogi. Sería el hacer ese esfuerzo extra más allá de tu límite.
Ritos de paso
Los ritos de paso han sido una tradición en diversas culturas y están relacionados con la misma idea central. Adentrarse en una isla casi inhabitable por seis meses, ir a cazar al ártico focas o leones en Kenia y Tanzania.
Todos estos ritos implican retos que llevan a las personas a poner a prueba sus límites y si los superan regresan más fuertes. El miembro de una tribu que se ha enfrentado a una situación estresante. Que ha sabido adaptarse a ese nivel de estrés y que ha desarrollado estrategias que le permiten sobrevivir. Tiene mayores probabilidades de sobrevivir en situaciones similares en el futuro y desarrolla recursos personales que también ayudan a la supervivencia de la tribu.
En nuestras sociedades modernas también entrenamos a quienes están destinados a protegernos de forma similar. Desde los agentes de la CIA hasta los soldados de cada país. Su entrenamiento requiere de una exposición continua a situaciones altamente estresantes. Similares a las que deben enfrentar en momentos cruciales.
la idea de fondo es que desarrollen una respuesta de adaptación al estrés para que los niveles de ansiedad no sean tan altos que se paralicen. Deben poder actuar para protegerse y proteger a otros sin importar cuan aterradora sea la situación.
Estrés bueno
El doctor en psicología Mar Seery, estudia los grados de estrés que pueden aportar confort psicológico y físico. Tal vez hayas escuchado hablar de estrés bueno y estrés malo. Hay un tipo de estrés que aumenta la probabilidad de que padezcas problemas físicos y psicológicos y hay otro que parece hacernos resilientes.
En Stanford hicieron un experimento con monos ardilla jóvenes. Separándolos de sus familias una vez a la semana durante diez semanas. Cuando se volvieron adultos estos monos eran más resilientes y capaces en el mundo real que sus hermanos protegidos.
Este estudio inspiro al doctor Mark para investigar la influencia del estrés en humanos. Hizo un experimento con 2.500 personas y encontró que las personas que habían pasado por alguna adversidad afirmaban disfrutar de mayor confort mental. Eran más resilientes a la hora de enfrentar desafíos.
Había un factor muy importante, los desafíos no podían ser demasiado abrumadores. Esto no debemos perderlo de vista. Porque nuestra resiliencia no depende como tal de pasar por situaciones difíciles. De lo que realmente depende es de nuestra capacidad de exponernos al estrés el tiempo suficiente para que se reduzca el nivel de ansiedad. Esa reducción del malestar nos permite actuar y pensar con claridad. Así que nos volvemos más hábiles que quienes se paralizan ante la misma situación.
Saber sobrevivir y saber convivir
El experimento de los monos ardilla que inspiró a Mark también necesitamos verlo con otros ojos. Los niños necesitan un ambiente que les permita crecer, explorar y desarrollar habilidades para el mundo real.
Pero también necesitan un cuidador que les brinde afecto y seguridad. Las conductas de independencia y autosuficiencia se ven tanto en niños con apego seguro como en niños con apego evitativo. Y las diferencias entre uno y otro son importantes.
Quien sabe que puede contar con su cuidador va a explorar y disfruta de la aventura pero luego vuelve a compartir con sus padres. Más adelante habrá desarrollado habilidades para relacionarse de manera sana con su esposa, hijos, amigos y demás personas.
Mientras que aquel que aprendió qué no podía contar con sus cuidadores también se va de aventura y desarrolla habilidades que le permiten mantenerse a salvo. Sin embargo, tiene mucho que aprender a la hora de relacionarse con otros.
Saber como relacionarnos con otros y construir relaciones sanas es indispensable a largo plazo para nuestra salud y felicidad. Después de todo saber enfrentarse a los retos nos permite sobrevivir. Pero aprender a compartir con otros nos permite disfrutar de la vida que tenemos.
Real o imaginario
Hay una idea central en cada relato. Tanto la leyenda de Izanagi, como los estudios de Mihály Csikzentmihály, de doctor Marcus Elliot, de los investigadores de Stanford y del doctor en psicología Mark Seery parecen revelarnos una verdad profunda y la respuesta está en los principios que rigen nuestra conducta.
Estos principios son leyes científicas tan reales como la ley de la gravedad. Esto quiere decir que se dan aunque no queramos que se den. Aunque no los conozcamos.
El miedo es un mecanismo básico de supervivencia que se activa cuando nos sentimos en peligro. La palabra sentir acá es clave. Si estamos en peligro y no lo sentimos, no reaccionamos.
Hay un caso muy peculiar que cuenta James Nelson en su libro Respira. De una chica que luego de una cirugía cerebral pierde la capacidad para sentir miedo. Un día se va con un hombre que acaba de conocer y se monta a su carro.
Este sujeto la lleva a un lugar solitario para tener sexo, la trata con brusquedad y le quita la ropa. Al rato, en el lugar escuchan ruidos y el hombre se asusta y se va hacía su carro. Ella se levanta, se viste y le pide al hombre que la lleve.
De aquí que se diga que podemos reaccionar con ansiedad ante un peligro real o imaginario. Porque reaccionamos a lo que SENTIMOS como peligroso. Sea esto real o no.
También podemos estar en la situación opuesta donde no está pasando nada pero creemos que sí. Puedes imaginar que te roban al salir de casa, que te van a despedir, que se burlan de ti y que nadie te quiere. Esto no te está sucediendo pero, tan solo al pensarlo, se activa tu sistema de alarma.
Instinto
Todos nacemos teniéndole miedo a estímulos específicos. Como a los ruidos fuertes y a las alturas. Pero este aprendizaje previo con el que nacemos se puede cambiar.
Por eso hay personas que se tiran de aviones en paracaídas, hacen bongie o usan trajes aéreos para volar. También por eso vamos a las fiestas a escuchar musica y cantar a todo pulmón.
Estos son ejemplos de como algo que inicialmente nos daba miedo, luego, no solo, no nos da miedo, sino que nos encanta. Porque logramos crear otra asociación emocional con la actividad. Así que solo le tenemos miedo a unas cuantas cosas al nacer pero podemos terminar teniéndole miedo a casi todo.
El culpable de este tipo de aprendizaje es un principio llamado: condicionamiento clásico. Través de este podemos asociar emociones, sensaciones y otras respuestas fisiológicas con CUALQUIER estímulo.
En serio, con cualquiera. Hasta con la frase: “Tenemos que hablar”.
La forma en la que asociamos el miedo a los ruidos fuertes con otros estímulos y así sucesivamente hasta reaccionar con ansiedad a la frase: “tenemos que hablar” es un tema para un libro entero.
Lo esencial acá es que al saber cuál es el principio de base podemos saber cómo cambiar ese aprendizaje… Y resulta que la UNICA forma es exponiéndote el tiempo suficiente a eso que te da miedo sin que aparezca por ahí el otro estímulo con el que se asoció.
Pero no puede ser cualquier tipo de exposición. Debes estar exponiéndote hasta que la respuesta de estrés se reduzca… Y es que aquí te va un dato interesante… Ninguna respuesta es eterna. Ni el miedo, ni la felicidad, ni la rabia.
Adios al dolor
Izanagi viajó al inframundo y estuvo tanto tiempo allí que terminó liberándoselo del miedo al infierno, del miedo a los demonios y del dolor de perder a su amada. Si especulamos un poco más podemos asumir que creo otras asociaciones. Al ver que su diosa ya estaba en descomposición y corrompida por el infierno. Creo una asociación nueva con el recuerdo de aquel amor.
Ya no estaban solo los recuerdos gratos. Ahora tenía una imagen de lo que NO quería para él. Y a esta imagen nueva, era más fácil decirle adiós que a la imagen de su mujer cuando estaba en el mundo de los vivos.
Tal vez incluso al moverse, correr, combatir y triunfar en cada reto que atravesaba le seguían sensaciones placenteras de orgullo, confianza y felicidad. Es bien sabido que el movimiento y el ejercicio por si solo mejoran nuestro estado de ánimo.
En pocas palabras, para combatir el miedo puedes tratar de tener una experiencia misogi, buscando el estado de flow o puedes simplemente exponerte a aquello a lo que le temes. Que para efectos prácticos termina siendo lo mismo.
Dicen que el misogi te puede cambiar la vida y sí. Puede hacerlo, porque la exposición es la clave para descondicionar todos nuestros miedos.
Hay muchas formas de exponerse: meditando, orando, enfocándonosla en la respiración, exponiéndonos de forma gradual, enfrentándonos a nuestro peor miedo desde el principio, saliéndonos de nuestra zona de confort o de la manera que tú decidas. Pero la base siempre será la misma. QUIEN NO SE EXPONE AL MIEDO, NO LO VENCE.
El estrés malo
Solo nos queda una pregunta por resolver ¿Cual es entonces el estrés malo?
El nivel de daño que puede producir el estrés depende de varios factores:
-La intensidad del estímulo que desencadena la respuesta de estrés
-Nuestras habilidades para afrontar las situaciones que licitan esa respuesta
-Y el tiempo que duremos en ese estado
Por ejemplo nos será más difícil adaptarnos a ruidos extremadamente fuerte, al aislamiento y a situaciones altamente aversivas que dependan de nuestra propia historia. Todos tenemos nuestro talón de Aquiles por así decirlo.
Las habilidades para enfrentarnos al estrés se aprenden de varías formas. A través de la familia, los amigos, los psicólogos y la propia vida. La sociedad también enseña y no hay que perder de vista que hemos sido educados en una sociedad que persigue de forma frenética el placer y le huye al malestar.
Lo que nos vuelve menos hábiles para adaptarnos al estrés y sentirnos mejor. Esta es una de las razones por las que cada vez hay más casos de ansiedad y depresión.
En cuanto al tiempo que estemos estresados. Pues si no nos adaptamos al estrés no solo se mantiene su intensidad sino que está va aumentando progresivamente. Actualmente hasta al aburrimiento le huimos. Lo que nos ha sensibilizado para sentir estrés incluso en situaciones cotidianas.
El estrés enferma
El estrés no implica solamente la sensación de malestar. Es una respuesta que prepara nuestro organismo para sobrevivir (atacar o huir de una situación de vida o muerte). Estos cambios fisiológicos no son los ideales para mantener la salud.
Cambia la forma en que llega el oxigeno a las células, cambia la circulación, el ritmo cardiaco, la respiración. Él cerebro y el resto del cuerpo dejan de realizar procesos esenciales que ayudan a mantener la salud.
Estos cambios al ser insostenibles por periodos largos debilitan nuestro sistema inmune, nos inflaman, dañan las arterias, afectan la capacidad para memorizar y atender a los estímulos de manera adecuada, afectan la digestión, nos volvemos más propensos a desarrollar diabetes tipo 2, tenemos más riesgo de desarrollar demencia con el paso de los años porque afecta el sueño.
Dormir es imprescindible. Mientras dormimos se reparan las células, nos recuperamos y se limpia el cerebro de proteínas dañinas. Una de las cuales está relacionada con el alzaimer. La lista de las consecuencias es larga.
Afecta nuestra capacidad de mostrar empatía a otros y termina interfiriendo con nuestra capacidad para realizar nuestro trabajo y disfrutar la vida.
Así que ya sabes. Si quieres vencer tu ansiedad y quieres un viaje al inframundo para tener una experiencia misogi… Busca un psicólogo conductista.
Referencias
La crisis del confort de Michael Easter
Respira de James Nelson
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