Seguramente has escuchado que el estrés es muy malo para nuestra salud. Que estamos viviendo vidas cada vez más estresantes. Qué los problemas de ansiedad no hacen sino aumentar. Todos hablan de ello. Los psicólogos, los psiquiatras, los médicos, los nutricionistas. El cardiólogo Aseem Malhotra. Define al estrés como “El asesino silencioso”, por el papel que juega en el desarrollo de las enfermedades cardiacas. Es sin lugar a dudas el tema del momento. Pero ¿Qué es exactamente el estrés y la ansiedad y porque parecen ser tan malos?
La mente
Para entender porque el estrés puede afectar nuestro bienestar y nuestra salud física. Es importante tener como base que no somos cuerpo y mente. Somos materia. A través del lenguaje solemos hablar de algunas de nuestras acciones como si las realizara una entidad distinta a nosotros. La mente o el cerebro. El cerebro sí que existe, pero no funciona de manera independiente. Somos un organismo y nos comportamos en interacción con un medio.
En la vida cotidiana estos términos nos ayuda a entendernos mejor. Sin embargo, al ser la mente solo una metáfora, no es algo que estudiemos lo psicólogos. No es real y por tanto no influye en nuestra conducta.
No hay una entidad separada del cuerpo llamada mente, donde se guarden nuestros pensamientos e ideas. Pensamos y recordamos. Así como hablamos y nos movemos. Todo sucede en el momento presente y suele ser desencadenado por algún estimulo. Un olor, un sonido o un lugar podría desencadenar un recuerdo. Así como el contacto con el calor desencadena el movimiento de retirar automáticamente el cuerpo.
Esto implica, que cuando nos estresamos o cuándo sentimos ansiedad. Todo nuestro organismo se altera aunque nuestra fuente de estrés sea un pensamiento.
La conducta
También es importante saber que cuando los psicologos hablamos de conducta nos referimos a todo lo que un organismo hace: Pensar, emocionarse, sentir, hablar, moverse. Hay conductas que podemos observar todos, como gritar, hablar, llorar y movernos. Y hay otras que solo podemos observar nosotros mismos, como pensar, emocionarnos o tensionar algunos músculos.
Las leyes de la conducta
Nuestra conducta se rige por tres principios o leyes. Una ley científica es diferente a una teoría. Una teoría puede volverse una ley cuando a través de la investigación se comprueba que siempre se da siempre. Que el resultado replicable.
En el caso de la ley de la gravedad, cada que tiramos una manzana siempre cae, nunca flota. Cuando hablamos de nuestra conducta las tres leyes que siempre se dan son las del aprendizaje uniestimular, las de condicionamiento clásico y las de condicionamiento operante.
Estas leyes están interactuando todo el tiempo. Las divisiones se realizan por efectos prácticos. Pero cuando hemos desarrollado miedo a algo, por ejemplo: a nuestras propias reacciones al miedo en el caso de los trastornos de pánico. Nos hemos sensibilizado a los cambios en la frecuencia cardiaca. Esto se da a través del aprendizaje uniestimular. Hemos asociado el ritmo cardiaco acelerado, la presión en el pecho y el hormigueo en las extremidades con la sensación de estar en peligro.
Esto se da a través del condicionamiento clásico. Y mantenemos tal asociación a través de conductas de escape como: la búsqueda de explicación a los síntomas y el monitoreo constante de los cambios fisiológicos. Y estás conductas se repiten porque ayudan a reducir la ansiedad a corto plazo aunque a largo plazo solo generen más ansiedad. Esto se da a través del condicionamiento operante.
A pesar de esta continua interacción solo haré referencia acá al condicionamiento clásico. Porque es el principio básico para entender nuestra respuesta de activación. El miedo, la ansiedad y el estrés.
El miedo
El miedo es una respuesta innata, una respuesta que no requiere aprendizaje previo. Todos respondemos con miedo cuando nos sentimos amenazados, un bebé recién nacido, tú, tus padres, tus amigos, tus abuelos y yo. A este tipo de respuestas innatas los psicólogos las llamamos respuestas incondicionadas. Ósea que no requieren un aprendizaje previo para producirse.
Nos han sido heredadas. Son respuestas que nos han ayudado a sobrevivir por millones de años. Así que no podremos eliminar ni la ansiedad ni el miedo aunque vayamos 20 años al psicólogo. Lo que hacemos los psicólogos es ayudarte a eliminar las reacciones desproporcionadas o las que se dan en momentos inadecuados. Qué terminan generando más problemas que beneficios.
Estímulos incondicionados
Así como hay RESPUESTAS innatas también hay ESTÍMULOS que sin aprendizaje previo elicitan estas respuestas. A estos estímulos los llamamos estímulos incondicionados. Por ejemplo, la luz es un estimulo incondicionado y al exponernos a la luz todos respondamos de la misma forma: las pupilas se contraen, hay una respuesta hormonal (se libera cortisol), hay una respuesta metabólica, se activa el sistema nervioso simpático y hay unas sensaciones especificas relacionadas con el estado de alerta. Nos sentimos despiertos y activos.
El yin y el yang
Para entender los cambios que se dan en nuestro metabolismo. Debemos tener en cuenta que este funciona por ciclos. Este ciclo coordina todos los procesos de nuestro cuerpo. Y es conocido como el ciclo circadiano.
Hay un doctor Colombiano que lo compara con el yin y el Yang. Porque se trata justamente de ese equilibrio perfecto entre descanso y activación. Teniendo un poquito de descanso durante el día aunque estemos activos y un poquito de activación en la noche aunque estemos dormidos.
El encargado de regular este ciclo es el sistema nervioso central y este se divide en dos. El simpático y el parasimpático. Y cada uno de estos sistemas se encarga de unos procesos. El simpático se encarga de mantenernos alerta, nos ayuda a responder a las demandas del día a día. También se encarga de prepararnos para ser capaces de huir o atacar cuando enfrentamos alguna amenaza.
El otro sistema. El parasimpático tiene funciones opuestas pero también muy importantes. Nos ayuda a descansar, a mantener la calma, permite que se den procesos de reparación y nos recarga para que al siguiente día podamos seguir respondiendo a las demandas de la vida cotidiana.
Cuando todo funciona como debe ser, alternamos entre estados de mucha energía durante el día y estados de sueño, descanso y reparación durante la noche. Cuando este ciclo está alterado, podemos sentirnos agotados y cansados en el día y tener dificultades para dormir o tener un sueño poco reparador durante la noche.
Estímulos que regulan el ciclo circadiano.
Los principales estímulos incondicionados que regulan el ciclo circadiano. Ósea, que sin aprendizaje previo desencadenan la misma respuesta en todos nosotros. Son los estímulos de luz y de oscuridad. Ya les conté que nos pasa cuando nos exponemos a la luz. Ahora, cuando nos exponemos a la oscuridad, se desencadenan respuestas distintas. las pupilas se dilatan, hay una respuesta hormonal (se libera melatonina), hay una respuesta metabólica, se activa el sistema nervioso parasimpático y hay unas sensaciones especificas relacionadas con el estado de relajación. Podemos sentir el cuerpo pesado, sentirnos cansados y somnolientos y la temperatura corporal baja.
Otros estímulos que también generan respuestas innatas de activación son. Los ruidos fuertes, La comida, el movimiento y las alturas. Y hay otros estímulos que pueden generar respuestas similares de activación, de ansiedad y de miedo. Pero que dependen de nuestra propia historia porque esta capacidad que tienen para alterarnos. por decirlo de algún modo, la han tomado prestada de los estímulos incondicionados.
Depende
Son estímulos que se han asociado con los primeros (los incondicionados o innatos) o que se han asociado con otro estimulo que ya estaba asociado previamente con un estimulo incondicionado. Ósea con estímulos condicionados. Algunos ejemplos de estos son: los pensamientos, las palabras, los símbolos, los lugares y los animales. Estos estímulos son los culpables de que los psicólogos siempre digamos, depende. Porque las emociones, sensaciones, los cambios metabólicos y demás respuestas que generen dependen de la historia de aprendizaje que hemos tenido cada uno de nosotros con esos estímulos.
Por ejemplo: Si alguien te dice “mucha tonta” o “mucho tonto” y se ríe. Tu reacción no será igual a la de tu amigo, tu vecino o a la mía. Tu podrías reírte y contestar con una broma a quien te dijo aquello, si has aprendido que esa es la forma en la que le ponen un poco de humor a los errores. Tal vez esa conversación con tu amigo te relaje y te ayude a dejar de pensar en cosas que tal vez no merecen tu atención.
Tu vecino podría sentirse ofendido y regresar el insulto y reclamar respeto o podría quedarse rumiando sobre aquel comentario, buscando la respuesta perfecta para contestarle la próxima vez a esa persona y ser incapaz de dormir por la rabia que siente. El cerebro sí que existe pero no funciona de manera independiente, somos un organismo y nos comportamos en interacción con un medio.
Origen del miedo
De este tipo de aprendizaje asociativo -conocido como condicionamiento clásico- en el que un estimulo nuevo tiene la capacidad de detonar una respuesta similar a la de un estimulo incondicionado surgen nuestros miedos. Por eso hay quienes le temen a los gatos, los perros, al ex novio, al puente, a hablar en publico, a salir a la calle. Y hay quienes no les da miedo casi nada. Porque cada uno de nosotros tiene una historia de aprendizaje distinta y dependiendo de las asociaciones que ha tenido con diferentes estímulos será su respuesta emocional. Algunos habrán asociado los perros con risas, familia, caricias y aventura y otros con mordicos, malos olores, bacterias y suciedad.
En resumen, el estrés está relacionado con nuestra respuesta de activación y puede ser desencadenado por estímulos innatos o por cualquier otro estimulo que se haya asociado con un estimulo innato. Y las respuesta de estrés desencadena cambios en lo que hacemos y en como nos sentimos, pero también a nivel metabólico, en nuestras hormonas, nuestra circulación y en el desempeño de diferentes órganos. Y nuestro organismo debe alternar cada día entre estados de activación y relajación para ser capaz de funcionar de manera optima.
Por las respuestas que se desencadenan a nivel metabólico es por lo que nos enfermamos. Si estamos expuestos continuamente a estímulos que desencadenen la respuesta de activación y no nos exponemos de manera adecuada a los estímulos que desencadenan la respuesta de relajación nuestro organismo deja de realizar o realiza de manera poco eficiente procesos de reparación y de recuperación.
Activo
Vamos a centrarnos un poco en como hay estímulos que activan el sistema nervioso simpático. Este sistema tiene unos niveles óptimos de funcionamiento. Que se pueden alterar por la exposición continua a los estímulos incondicionados y condicionados que desencadenan su activación. Como por ejemplo. La luz del sol, de las pantallas, de la casa o la oficina, los ruidos fuertes, la respiración acelerada y superficial, la ingesta de comida, la exposición a tóxicos, los estímulos asociados con el peligro – si tu jefe te despide, si estás pasando por una zona peligrosa de la ciudad o si estás pensando que eres un fracasado-.
Esta modificación conductual sucede a todos los niveles del organismo. Desde lo que pueden ver los demás como ser capaces de correr y eludir el peligro, temblar, gritar, quedarnos estáticos o respirar más rápido. Hasta nuestra conducta privada. tener mejor foco atencional, sentir miedo, excitación, rabia y calor. También, cambia el ritmo cardiaco, la circulación y la respuesta hormonal.
Esta respuesta elevada o prolongada de activación cuando es transitoria nos permite ponernos a salvo. Necesitamos tener más energía para atacar o huir del peligro y necesitamos mantenernos despiertos aunque llegue la noche si el peligro no ha pasado.
Es un mecanismo básico de supervivencia que juega a nuestro favor. Por lo tanto el estrés o la ansiedad visto desde aquí es nuestro mejor aliado. Sin este mecanismo correríamos riesgos innecesarios y reduciríamos nuestra probabilidad de supervivencia. Además, es el que nos permite sentirnos activos y con energía durante el día a día.
Así que la ansiedad es una forma especifica de activación del organismo que varía en intensidad dependiendo de aquello a lo que nos debemos enfrentar. A esta activación le hemos puesto muchos nombres la llamamos ansiedad, estrés, miedo, ataque de pánico, ansiedad generalizada, TOC, preocupación, desazón.
Pero va a ser más fácil de entender si la vemos desde lo más básico. Es un proceso de activación del organismo que nos permite responder a nuestro entorno. El nivel de activación varia en intensidad y dependiendo de esa intensidad tiene diferentes nombres.
Cuando tenemos la energía suficiente para pararnos de la cama, cocinar, relacionarnos, trabajar y estudiar. Este proceso de activación está funcionando como se debe. Quienes se encargan de estudiar nuestra biología, han relacionado la activación del organismo con una hormona llamada cortisol.
Y han podido ver cuales son esos niveles óptimos. Han visto como aumenta desde que nos levantamos hasta llegar el medio día y luego empieza a descender hasta el final de la tarde. Para llegar a su mínimo al empezar la noche.
Este proceso optimo de activación se puede ver alterado por meses y años. Tal vez estés por perder tu trabajo o estés pensando que vas a perder tu trabajo, tal vez estás comiendo más azúcar de la que deberías, no le estás dando a tu organismo los nutrientes que necesita o estas expuesto a algún tóxico.
Tal vez estés en una relación altamente conflictiva. O estés durmiendo mal. O estés pegado de las redes sociales por horas y horas exponiéndotela a la luz en la noche o escuchando historias que te enojan o alteran cuando deberías estar intentando relajarte. Todo esto exige a nuestro organismo un esfuerzo extra para mantenerse activo en mayor intensidad o por más tiempo del recomendado, que a la larga lo desgasta.
Energía limitada
Cuando sucede algo en nuestro entorno, que nos exige estar más alerta para defendernos o que requiere que aun no entremos en fase de sueño porque no estamos a salvo. Nuestro organismo se adapta y modifica nuestro metabolismo para que seamos capaz de mantenernos atentos y listos para la acción. Este estado requiere de un gran gasto calórico. Necesitamos energía.
Nuestro corazón late más rápido para llevar sangre a los músculos y prepararlos para correr. El flujo sanguíneo cambia y por eso podemos llegar a sentir hormigueo en las extremidades. Aumenta el azúcar en sangre porque necesitamos energía urgente. Se saca energía de la grasa que hemos almacenado. La respiración es más acelerada porque hay más demanda de oxigeno (nuestra otra fuente de energía a parte de la comida).
Todos estos cambios suceden también a nivel celular. Unas partecitas pequeñas de las células llamadas mitocondrias que son como los trabajadores de una fabrica. Son los encargados de usar el oxigeno y la comida y transformarla en energía.
Pero estos trabajadores no pueden hacer todo al mismo tiempo así que priorizan nuestra supervivencia inmediata y postergan algunos procesos habituales indispensables que necesita nuestro organismo para estar sano.
Los pensamientos tienen la misma capacidad para disparar este mecanismo de defensa que las amenazas reales. Pero nadie quiere que su organismo deje de encargarse de reparar tejidos, almacenar información, hacer digestión y eliminar toxinas porque esta preocupado por algo que tal vez no pase nunca.
El descanso
Para poder tener energía y tener niveles óptimos de actividad debemos alternar con el descanso. Es como un carro. Imagínate que para que un carro funcione como es debido necesita de muchas cosas. Primero necesita de gasolina. Nuestro equivalente sería la comida y el aire -de estos dos componentes obtenemos la energía-.
Comer comida alta en azucares, aceites vegetales, estar expuesto a tóxicos y respirar aire contaminado es como echarle al carro gasolina de mala calidad. Al principio puede no notarse pero a largo plazo puede ir dañando el carro y su desempeño.
Suponiendo que le eches premium igual debes permitir que este carro se apague cada cierto tiempo. Para que no se recaliente. Se debe llevar a revisión y se le debe cambiar el aceite, lavar y arreglar uno que otro detallito que le va apareciendo.
Esto mismo sucede mientras dormimos. Descansamos, pero también se hace mantenimiento, se revisa y repara lo que necesite repararse, se limpian el cerebro de proteínas innecesarias, se almacena la información. Y se separan algunos recuerdos de la emoción asociada. Por eso cuando discutes con alguien al otro día después de dormir tienes menos rabia.
Cuando este proceso se da como debe ser. Te levantas fresco y con energía para responder y estar activo durante día. Cuando se altera este ciclo de vigilia y descanso tienes menos energía al día siguiente, comes peor porque en tu intento por reponer esa energía que te falta buscas comida con alto contenido calórico. Eres más susceptible a interpretar sucesos normales como amenazantes. Tu respuesta de ansiedad se dispara más rápido, estás irritado y rindes menos.
¿Para que ir al psicólogo?
Al darnos cuenta de los efectos que tienen ciertos estímulos en nuestro organismos podríamos preguntarnos si al sentir ansiedad se debe ir al psicólogo, al neurólogo o al medico.
Como podemos ver, no nos estresamos porque tengamos elevado el cortisol. Nos estresamos porque nos exponemos a un estimulo que desencadena una respuesta de activación y dentro de la respuesta de activación el cortisol es solo una pequeña parte de esa reacción.
Para solucionar el problema hay que identificar los estímulos desencadenantes. Y la mayoría de las veces esos estímulos tienen que ver con las cosas que hacemos. La forma en la que pensamos, la forma en la que reaccionamos a nuestras ideas, la forma en la que regulamos las emociones, la forma en que nos relacionamos con otros, los hábitos que tenemos para cuidar de la higiene del sueño, nuestros hábitos alimenticios y de ejercicio. El experto en modificar hábitos y cualquier otra conducta es el psicólogo.
Esto tampoco quiera decir que el psicólogo sea el único profesional que capacitado para tratar los problemas de estrés o de ansiedad. Suena extraño pero no lo es. Cuando el estimulo principal esta relacionado con la alimentación, necesitaras ayuda de un nutricionista. Si tienes una enfermedad, un problema hormonal o cualquier otro problema metabólico necesitaras ir al doctor. Habrá quienes sepan regular sus emociones y pensamientos pero sean sedentarios y lo que necesiten sea un entrenador físico.
Habrá casos en los que no se trate de un solo estimulo sino de una gran cantidad de estímulos diferentes que influyen o desencadenan directamente la respuesta de ansiedad. Por ejemplo, quien tiende a enfocarse en todo lo malo que pasa a su alrededor, suele darle vueltas a sus preocupaciones por horas, no sabe regular sus emociones, no duerme bien, no come bien, no se ejercita, se la pasa sentado trabajando o viendo la tele, no se expone a la luz del sol, no tiene una buena postura y por lo tanto tampoco respira bien, tiene alguna enfermedad, vive en una casa cuyas paredes tienen moho, consume licor en altas dosis y no se saben relacionar con otros o está aislado..
Al tener una visión más global de lo que es la ansiedad será cada vez más común un tratamiento multidisciplinario. Para construir una vida con mayor satisfacción, bienestar y salud necesitamos aprender a cuidar de nuestras relaciones, nuestro sueño, nuestras emociones y pensamientos, nuestra nutrición. Necesitamos movernos y cuidar de nuestro entorno. Para muchos será suficiente con aprender a través de la información que algunos profesionales divulgan, otros necesitarán de la ayuda directa de esos profesionales.
Si estás experimentando ansiedad y se han agotado tus recursos para solucionarlo no dudes en pedir ayuda.
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