En un apartado titulado: CUANDO SE HA PERDIDO TODO, del libro El Hombre en Busca de Sentido de Viktor Frankl, el autor relata cómo se perdía en conversaciones imaginarías con su amada esposa.
Viktor estaba viviendo en realidad una experiencia indescriptible de violencia, desprecio, humillación y tortura en un campo de concentración. Pero mientras esto sucedía, él se perdía en largas conversaciones con la mujer que amaba. Y este acto, tan aparentemente sencillo de contemplar la imagen de su amada esposa, le permitía experimentar un “suspiro de felicidad”.
Mientras hacia esto, un día tuvo un pensamiento que lo petrificó. Sintió comprender una verdad profunda y “solidad” que todos sabemos ya. Que intuimos. Y que está, como dijo él: dispersa en las canciones de tantos poetas y en la sabiduría de pensadores y filósofos.
“El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre” Viktor Frankl.
Viktor no es el único que ha llegado a una conclusión similar. En la película Wild el protagonista decide alejarse de todas las personas para buscar la felicidad. Se aventura a lugares con una naturaleza impresionantemente hermosa… sin un solo ser humano a la vista. Después de un tiempo de estar lejos, viviendo alejado de todos, recolecta y consume por error un alimento venenoso. Y antes de morir escribe como puede:
“La felicidad solo es real si es compartida” Wild
¡Lo sabemos, los sabemos, lo sabemos! ¡Claro que lo sabemos! Somos mucho más felices, cuando nos rodeamos de gente linda. Cuando hablamos con nuestra pareja y nos sentimos escuchados y entendidos. Cuando estamos “echando chisme” y riéndonos con nuestros amigos a carcajadas de tonterías -Porque no necesitamos hablar de cosas serias para darle sabor a la vida- Cuando estamos en familia. En los cumples y fiestas tradicionales. Y si son padres, cuando nuestros hijos nos abrazan y nos dicen te quiero. Cuando somos testigos de cómo crecen y aprenden.
Cuando compartimos vínculos de calidad con las personas. Estas interacciones se convierten en fuente inagotable de bienestar. Y justo eso es lo importante. Que sean fuente de bienestar. Eso es lo que determina si una relación es de calidad o no.
Nada más reconfortante que hablar con alguien empático. La empatía solo es un nombre que define una serie de conductas que terminan uniéndonos. Conductas como la escucha, la observación, el intento de entender el punto de vista y el estado emocional de alguien más y la expresión de la aceptación de ese estado emocional. En palabras coloquiales “ponerse en los zapatos del otro”.
No importa la etiqueta. Tu fíjate en como te sientes cuando hablas con diferentes personas. Luego, mira si con quienes te gusta compartir más, es con aquellas personas que te escuchan, te entienden, validan tus emociones y te dicen cosas lindas.
Ahora fíjate en aquellas personas con las que no te gusta estar mucho ¿que te dicen y en que tono te hablan? ¿Te juzgan? ¿Te critican? o ¿Te insultan? ¿Hablan en un tono fuerte? ¿En un tono burlesco?
Está comprobado que las relaciones de calidad, ayudan, no solo a tener mayor bienestar, sino también mejor salud. El estudio más largo sobre la felicidad iniciado por Harvard en los años 30, Harvard Study of Adult Development, señala que las relaciones de calidad, es la variable más importante para predecir la salud y la felicidad en una persona. Incluso la única variable significativa después de la mitad de la vida.
Los doctores Gottman han estudiado las relaciones de pareja por más de 30 años. Y han descubierto el balance exacto, entre interacciones positivas y negativas que hay en las relaciones satisfactorias y que perduran a lo largo de los años. Para que ambos miembros se sientan satisfechos en su relación este ratio debe ser de 20 interacciones positivas por cada interacción negativa durante el día a día. Y de 5 interacciones positivas por cada interacción negativa en los momentos de conflicto.
Estos números nos muestra el efecto tan grande que tienen las interacciones negativas en nuestras relaciones (y en nuestra salud, si lo comparamos comparamos con el estudio de Harvard) porque para volver la balanza a favor del amor hacen falta 20 interacciones positivas.
Esto no quiere decir que debamos contar el tipo de interacciones que realizamos, la respuesta es mucho más accesible de lo que creemos. Nuestras emociones ya nos comunican cuando el balance se pierde y cuando no. Solo fíjate con que sabor quedas luego de convivir con alguien ¿Te sientes tranquilo, entendido, validado? o ¿Humillado, despreciado, iracundo?
¿Por qué sucede esto?
Porque todo el tiempo estamos asociando estímulos. Así es como se condicionan nuestras emociones… Cuando llenamos nuestras interacciones de estimulación aversiva empezamos a vincular a la persona y la relación con esas emociones displacenteras. Producto de las discusiones y desencuentros. Con el tiempo solo ver a nuestra pareja podría detonar en nosotros pereza, fastidio, rabia, odio, repudio.
Pero… ¿Qué pasa en esas relaciones donde las interacciones negativas son iguales o superiores a las positivas? O ¿qué pasa si soy yo quien realiza las conductas que deterioran la relación?
Pues la buena noticia es que nuestra conducta es aprendida y siempre podemos modificar lo que hacemos para empezar a realizar acciones que ayuden a construir relaciones de calidad.
Podemos aprender a:
Escuchar
Validar
Agradecer
Alagar
Hacer comentarios positivos
Mostrar apoyo
Comunicar nuestras necesidades, decir lo que no nos gusta y hacer peticiones de manera respetuosa y asertiva
¿Cómo logramos esto? Informándonos con libros, cursos, conferencias y podcast y yendo a terapia si lo vemos necesario.
Podemos estar alerta y tratar de cambiar:
Miradas o comentarios que indique desprecio (ej. poner los ojos en blanco).
Comentarios sarcásticos.
Aplicar la ley del hielo (ignorar)
Insultar
Gritar
Cambiar nuestra actitud para que le otro haga algo que quiero o deje de hacer algo que no quiero (coerción)
Las relaciones se construyen y se deben cuidar, sino, se marchitan y de paso nuestra propia felicidad. Cuida de la forma en que te relacionas con los otros, recuerda que al final lo que importa es la compañía.
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