Claves para usar el pensamiento a tu favor.

Hay una película en Netflix que se llama: Monstruo del Mar. La trama va de unos cazadores que matan monstruos marinos gigantes. Estos animales solían acechar las costas de un pueblo. Como consecuencia los cazadores se han propuesto exterminarlos para proteger al reino. 

Quienes se dedican a luchar contra estos horripilantes seres son considerados guerreros y héroes. Cuando un cazador muere haciendo su trabajo dicen que “murió como héroe”. Se enaltecen ante sus hazañas y matanzas. “Cada cazador muere una gran muerte porque cada cazador vive una gran vida”.

Toda la película se va en cómo toda esta idea de que unos son monstruos y los otros son héroes se va desmontando. Hasta que al final la protagonista logra cambiar la narrativa y comenta: 

“Nuestros libros, nuestra historia es mentira, no creo que los monstruos hayan amenazado nuestras costas, era solo una historia ¡Una historia contada por ellos! (señala a los reyes de su reino). Por generaciones nos enseñaron a odiar a los monstruos y enviaron a los cazadores a destruirlos y los monstruos aprendieron a temernos y a odiarnos… ¡Y ELLOS SE DEFENDIERON!” […] “Vengo de una larga linea de cazadores que murieron ¡SU gran muerte! (señala a los reyes), su reino fue pagado con ¡SU sangre! (señala a los cazadores) y ¡SU sangre! (señala a los monstruos)”.

Cuando se logra dar una descripción diferente a los hechos, para la guerra. Detienen el ataque contra el monstruo más grande de todos -que yacía herido a las puertas del reino- y este regresa al mar…

Justo antes acabar la película, la protagonista cambia la frase “morir una gran muerte” por: “voy a vivir una gran vida”. 

Y de eso se trata este articulo. Te explicaré como al cambiar nuestra descripción del mundo y de lo que nos sucede, podemos vivir mejor.

Déjame contarte una historia…

Hace unos días estaba hablando con una amiga sobre la importancia del descanso. Mientras mencionaba los cambios que había hecho en su vida, comentó que se sentía tranquila en situación estresantes. Que estar con poco trabajo o descansado le producía malestar y estrés. 

Le pregunté por qué y empezamos a hablar del tema… Descubrí que ante las sensaciones de relajación y descanso ella se decía una frase: “Estoy perdiendo el tiempo”. Esta descripción de la situación le generaba estrés y modificaba su conducta. Así que buscaba ocuparse en algo productivo.

Este pensamiento tan aparentemente sencillo la dejaba sin descanso y con estrés crónico. No era por falta de tiempo para descansar. El problema era, que había asociado las sensaciones de relajación a la idea de perder el tiempo. Esta idea a su vez, estaba asociada a las sensaciones de estrés. Por esto, al sentirse tranquila, se estresaba. 

Si mi hipótesis es correcta. Su respuesta de estrés está automatizada. No media la voluntad o el deseo de quererse sentir tranquila. Por esto no es importante solo que ella conozca el origen del problema. Lo imprescindible es que cree una asociación opuesta.

Este tipo de aprendizaje asociativo lo llamamos los psicólogos aprendizaje por condicionamiento clásico. Es muy común cuando experimentamos ansiedad. Conocer el proceso de aprendizaje es importante para saber cómo revertir la asociación, pero eso es tema para otro para otro artículo.

Relajación vs estrés

Vale la pena aclarar qué es físicamente imposible estar tranquila y estresada a la vez. Cada uno de estos estados se experimentan por separado. Los sistemas encargados de activarnos o de relajarnos son distintos. De activarnos se encarga el sistema nervioso simpático y de relajarnos se encarga el sistema nervioso parasimpático. Cuando uno se activa el otro se apaga y viceversa. 

Así que en realidad mi amiga siempre estaba estresada, aunque se sintiera “tranquila” ante el estrés ¿Era esta descripción ajustada al hecho real? Podríamos pensar que sí, si su objetivo era ser productiva. Pero la realidad es que no. 

Para que nuestro cuerpo funcione de manera adecuada y se mantenga sano necesitamos estar la mayor parte del tiempo en estado de relajación. Esto permite que ante momentos de alerta o de alto nivel de actividad respondamos mejor. Cuando nos mantenemos en estado de activación crónico nos volvemos como una computadora tildada. Osea que al final se es menos productivo.

La consecuencia más superficial del estrés crónico es la de ser menos productivo. Los efectos negativos van desde la tristeza y el cansancio hasta trastornos gastrointestinales, caída del pelo, problemas de tiroides, alteración del ciclo menstrual, problemas para conciliar el sueño, ataques de pánico, ansiedad, depresión, fallos en la atención y la memoria, aislamiento y un largo etc.

Es increíble cómo un pensamiento puede tener tantos efectos… Por esto es importante tener en cuenta varias cosas: 

Describe lo que te pasa

Lo primero es que debemos tratar de describirnos de la manera más concreta posible los hechos. Entre más creativos seamos a la hora de interpretar lo que nos ocurre, más posibilidades tenemos de perdernos. 

¿Han escuchado alguna vez las canciones que cantan los militares mientras están entrenando? “Que el día de mi muerte los ojos de mi madre y los de mi familia no se llenen de llanto sino de orgullo y gloria”… “se que para morir nacimos y elijo morir a mi estilo”… “hacia el inframundo con mi trote voy feliz”… Frases parecidas a las de los cazadores de la película de Netflix.

Esto es lo opuesto a una descripción concreta de los hechos. Si describieran sus acciones de manera concreta no iría a la guerra nadie. De hecho, hace unos años vi un video que reacreaba en forma sarcástica el entrenamiento de unos soldados americanos. Estos soldados marchaban y cantaban lo siguiente: 

“Renuncié a mi novia y a mi familia. Los cambié por un M16. Afganistán Pakistán Yemen Irak. No me importa si alguna vez vuelvo. De las familias pobres qué tan lejos vagamos. Para que los niños ricos puedan quedarse en casa. Cuando llego a casa con TEPT (trastorno de estrés postraumático). El hospital de VA no me atenderá. Probablemente terminaré sin hogar en la oscuridad. Para ser interpretado en pantalla por Marky Mark”

Como palabras de motivación sirven muy poco. Pero, es un relato más ajustado a la realidad que los cantos usuales… Al final del video solo queda un soldado cantando, los demás se han ido. Podríamos imaginar que recuperaron la cordura, despertaron de la ilusión o más bien de la pesadilla en la que se glorifica la violencia como solución a los problemas y regresaron con sus novias y sus familias.

Esto No es algo nuevo, en lo absoluto. En la primera y en la segunda guerra mundial los jóvenes estaban tan entusiasmados por ir a matarse que se alistaban todos los de un curso o todo el grupo de amigos pensando que ir a la guerra era como ir de aventura. 

El discurso puede lograr que veamos realidades muy horribles con ojos de deseo y una vida hermosa con ojos de hastío y aburrimiento. Las guerras no son relatos épicos, es una carnicería. Las trincheras en la primera guerra mundial eran huecos con lodo, ratas, epidemias, mugre y muerte como dice Diana Uribe, 2024.

Ser concretos implica, por ejemplo, que al perder mi trabajo, no voy a hacer una tesis sobre lo injusto de la situación. Sobre lo mal@ que debo ser para que me hayan despedido. O sobre lo imposible que va a ser encontrar un trabajo nuevo. Si lo dejo en lo concreto: Me despidieron por X. Puedo enfocar mi tiempo, pensamientos y esfuerzos en buscar un trabajo nuevo. 

Cuando me quedo pensando en una situación. Tratando de narrarme todo un escenario sobre: ¿porque pasó? ¿qué va a ser de mí de ahora en adelante? ¿Podré con esto? ¿Por qué me siento tan mal? etc. Podemos ser tan creativos como quien escribe literatura, pero ¿qué pasa con esto? Que las palabras no son tan vacías como nos imaginamos. Suelen estar asociadas con emociones especificas y ese añadido emocional puede llevarnos a la ansiedad o a la depresión… Esto nos lleva al segundo elemento importante.

No juzgues

Las palabras que más suelen tener carga emocional negativa son: los juicios. Evitar hacer juicios a otros y a nosotros mismos es la forma más fácil de deshacernos de un malestar innecesario. 

Como regla general, los juicios tienden a ser incorrectos y a exacerbar nuestras emociones: “much@ estúpid@”, “soy un/una tont@”, “que día de mierda”, “mucho hp”. Creemos que son simples palabras pero la realidad es que tienen un efecto real en nuestra vida y en cómo percibimos nuestras propias vivencias.

Son dañinos cuando nos los decimos a nosotros mismos. Son dañinos cuando nos los dice alguien más. También, cuando somos nosotros quienes juzgamos a nuestra pareja, amigos, hijos o a quién sea. En redes sociales o frente a frente.

Perezos@, inconsciente, inteligente, hábil, débil, fuerte, mandon@, canson@, pendej@, relajad@. Los juicios es mejor dejarlos de lado y empezar a describirnos las cosas de la manera más concreta posible.

En vez de decirte perezos@, describe lo que pasó. Ejemplo: Hoy tenía que trabajar 5 horas y trabaje 3. Tenía que lavar los platos y no lo hice. Lo mismo con los demás. Ejemplo: X no hizo la comida que dijo iba a preparar, comentó que no tuvo tiempo. Mi pareja dejó hoy la toalla en la cama.

También tienden a ser erróneos o exagerados los juicios en positivo. Para la muestra de un botón, el ejemplo de los soldados y cazadores que glorifican sus acciones.

Cuando los empleamos para alagar o mostrar cariño no suelen ser dañinos. También podemos disfrutarlos en la literatura y la poesía… Sus consecuencias negativas vienen cuando los usamos para no reconocer nuestros errores o para intentar escapar de emociones negativas.

Acepta las emociones

Describirse de manera concreta los hechos implica inevitablemente aprender a aceptar las emociones. Este es nuestro tercer elemento.

Cuando recién me había graduado del colegio. Estaba en unos cursos de actuación mientras decidía que carrera universitaria elegir… En una de estas clases nos dieron un libreto en el cual la escena implicaba que el personaje estaba un poco confundido y el dialogo tenía un orden pero era enredado.

Uno compañero de clase se le olvidó el libreto y se confundió de verdad. Cuando el profesor le preguntó si se había perdido. Él argumentó de manera elocuente que lo que hizo, era lo que debía hacer. Que así quedaría mejor el papel de mostrarse perdido… Aunque increíble, toda la clase empezó a hacer lo mismo. 

Osea, olvidar el libreto y decir cualquier cosa… Yo me quedé impactada de su capacidad para que todos creyeran tal idea y que el profesor empezara a felicitar a los demás cuando se les olvidaba el libreto. Supongo que esto, era más fácil, que aceptar la vergüenza de haberse equivocado.

Cuando no reconocemos y aceptamos nuestras emociones, somos marionetas y presas de estas. La aceptación de las emociones es indispensable para parar la rumia. Llamamos rumia a ese relato en el que nos perdemos y argumentamos sin parar. Sin llegar a nada más que al incremento del malestar. Suele usarse curiosa e inútilmente a largo plazo, para escapar y evitar las emociones desagradables. 

Los juicios positivos como: eres hábil, inteligente, perfecto, superior se pueden usar con el mismo fin. La segunda guerra mundial empezó porque un pueblo había sido humillado al final de la primera guerra mundial y lo pusieron a pagar la destrucción de toda Europa. Este país arruinado, humillado y derrotado construyó un discurso de raza superior para “recuperarse” de la vergüenza. Esta idea fue la base de una guerra mundial que dejó 50 millones de muertos.

Aceptar la vergüenza, la humillación, la devaluación, la tristeza, el aceptarnos humanos y capaces de errar y sufrir es difícil, pero escapar y evitar ese malestar solo lo incrementa. No podemos huir de nuestras emociones, debemos acepetarlas y esperar a que se reduzcan de forma natural. 

A nivel social no funciona y a nivel personal tampoco. Nos desvía del camino. Nos deja atrapados en el dolor. Sin energía y sin tiempo para buscar soluciones. Ese malestar afecta nuestra capacidad de razonar y por eso nuestro cuarto elemento es:

Duda del pensamiento

Pon en duda tus pensamientos. Muchas veces tomamos por cierto todo lo que pensamos. Lo podemos llamar intuición o presentimiento o “algo me dice que…”, “tengo la sensación de que…”.

Somos muy buenos leyendo el lenguaje no verbal. Los gestos, las posturas, los cambios sutiles en los tonos de voz, las incongruencias entre lo que una persona dice con sus palabras y lo que dice con sus gestos. Toda esta información. Unida a los demás estímulos que se presentan en una situación. Nos ayuda a llegar a diversas interpretaciones. 

Podemos sentir cuando alguien nos miente. Intuir cuando se dice algo con doble sentido. Entender el sarcasmo, la ironía o incluso los chistes. Esta habilidad es sin duda alguna, una ventaja. Somos seres sociales y entender los mensajes más allá de su contenido literal nos ayuda a conectarnos con otros cuando nos generan confianza y a alejarnos de aquellos que no. Osea, nos ayuda a sobrevivir.

Pero esta ventaja como cualquier otra habilidad, no es perfecta. No tomamos información del entorno solamente. Cada uno de nosotros  puede reaccionar e interpretar de forma distinta una situación. Vemos todo lo que nos sucede según nuestra propia historia. 

Habremos tenido buenas y malas experiencia. Nuestros valores familiares y personales serán distintos. Cada uno de nosotros ha condicionado ciertas cosas como apetitivas (aquello que te gusta) y ha aprendido a temerle o huirle a otras (estímulos aversivos- aquello que no te gusta).

Seguramente conocen a alguien que reacciona de más ante ciertas palabras o situaciones. Para una persona, puede ser horrible que se le diga perezos@ y a otra darle totalmente igual. Todos tenemos una palabra que nos genera malestar intenso: tont@, loc@, relajado@, conchud@, mentiros@, etc. Incluso aunque se mencione en tono de broma, fuera de una discusión o usando otras palabras que se refieran a la misma idea.

A todo esto se le une la emoción que estés experimentando en el momento. Si te sientes bien y estas tranquil@, probablemente no le des importancia. En cambio, si estás enojad@ o estresad@, podrías verlo como una ofensa. Lo mismo sucede al estar triste, podrías usarlo para pensar que efectivamente algo está mal contigo, no tienes suerte o nada te sale bien, etc. 

Al final, se unen tantos estímulos distintos a la hora de hacer una interpretación, que inevitablemente cometemos errores. Por esta razón, es mejor no creerse mucho lo que pensamos cuando estamos experimentando emociones negativas de alta intensidad. 

No se trata de no pensar sobre las cosas. Razonar nos ha ayudado a construir mejores sociedades sin lugar a dudas. Pero como toda herramienta, el lenguaje y nuestra capacidad para reflexionar sobre el mundo tiene dos caras. Nos ha ayudado a avanzar y nos ha llevado a la guerra. 

Al desconocer el efecto de nuestra narrativa en nuestra vida diaria y en nuestra historia podemos acabar por caminos oscuros, llenos de dolor y desesperanza.

En situaciones de malestar intenso, de hecho, la amigadla cerebral libera cantidades tan grandes de cortisol y adrenalina que es como si nos “intoxicara”… Le llaman el secuestro de la amígdala. Entramos en modo supervivencia y nuestra corteza frontal queda inhibida. Esta es el área encargada del pensamiento lógico y la planificación de nuestras acciones

¡Ahhh! ¡Con razón lloraba el niño! Mucho corazón y nada de cabeza. O mucho cortisol, mucho estrés, mucha rabia o tristeza. Armen la frase como gusten. Al final significa, que estás tan emocionad@ que se reduce tu capacidad para pensar con claridad.

Aquí funciona muy bien lo de pensar con cabeza fría. Literal… ¡Espera! Espera todo lo que necesites hasta sentirte más tranquil@. Luego, estando más calmad@ retoma que fue lo que pasó, describe el suceso de forma concreta y… Vámonos por nuestro último elemento.

Enfócate en la solución

Más allá de quedarnos trabados en descripciones y explicaciones. Vale más enfocarnos en cómo lo resolvemos. El mundo es NO es color de rosa, pasan cosas horribles a diario. No se trata de empezar a creer que no juzgo porque exagero o porque en realidad todo está bien. 

El propósito de cambiar nuestro relato es: no agregar más dolor al dolor. Incluso en las peores situación. Cuando decidimos quedarnos en descripciones concretas de los sucesos. Podemos enfocarnos en otras cosas más efectivas a corto y a largo plazo. Como la búsqueda de soluciones y la puesta en marcha de las mismas.

A nivel social tenemos dos grandes referentes. Sudáfrica cuando logro acabar con el apartheid y Ruanda después del genocidio. Ambos decidieron dejar de lado el camino del dolor, el rencor y la venganza. Sabían que eso solo los seguiría destruyendo. En lugar de esto, optaron por perdonar y enfocaron todos sus esfuerzos en construir un país donde cupieran todos ¡y lo lograron! 

¿Te has puesto ha pensar cuánto tiempo dedicas a darle vueltas a las cosas? Solo por el placer de ganar una pelea, justificar un error cometido o culparte por cosas que no puedes cambiara… Conozco personas que llevan años arrastrando rencor y dolor ¿Te imaginas todo lo que podrías lograr si dedicas el mismo tiempo a solucionar las dificultades?

Recuerda algo que decían los sofistas:

No existe la verdad sino la repetición. Una mentira repetida muchas veces se termina creyendo como verdad.

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Película de Netflix https://www.youtube.com/watch?v=gGRptgjtAkY

Historiadora Diana Uribe https://www.youtube.com/@DianaUribefm

Vídeo de soldados cantando https://youtu.be/znfZnSRcaeY?si=jj4XJ0A5rITMiIGK


Comments

4 respuestas a “Claves para usar el pensamiento a tu favor.”

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