Ya sé que van a decir, suena muy romántico y muy fácil pero complicadísimo en la vida real ¿A quien le gusta estar triste, frustrado y con los nervios de punta? ¡A nadie! ¡realmente a nadie! A mí tampoco me gusta nada…
Hace unos años estaba muy frustrada porque sentía que mi vida estaba vacía, que había una sensación que me perseguía de desespero y tristeza profunda… Ya sabía yo bastante de las emociones pero está sensación seguía apareciendo en repetidas ocasiones y no entendía por qué.
Así que un día, mientras lavaba la loza, empece a sentir lo mismo y pensé: “¡qué raro! si en la mañana estaba bien y no ha pasado nada nuevo”. Me pregunté: “¿Es esto real?”.
No entendía de dónde venía esa sensación de vacío profundo, si mi vida aunque no era perfecta, porque la de nadie lo es, ni lo será nunca. Pues tenía cosas muy bonitas y me gustaba lo que había construido hasta el momento.
Así que decidí parar de pensar… Me dije: “no sigas por aquí, trata de usar lo que sabes, solo acepta ese desespero, ese vacío déjalo estar que se irá solo. No lo hagas tampoco para qué se vaya, si has de sentirte así el día entero, nada que hacer. Mañana será un día mejor”.
¡No es fácil! Aceptar no es querer algo. No implica que te empiece a gustar esa sensación. Lo que se siente feo, se siente feo ¡No hay nada que hacer!.. Aun con esto, yo decidí parar de pensar para buscar una explicación, porque sabía que de esa forma, solo iba a lograr que mi malestar fuera cada vez más grande.
No lo logre de inmediato. Unas veces era fácil observar y otras veces el malestar era tan intenso que solo actuaba… Luego volvía a observar mis pensamientos, mis sensaciones y mis acciones… Y pasó algo sorprendente.
Descubrí cómo mi conducta cambiaba por ese malestar, estaba irritable, discutía con facilidad, hablaba en un tono de voz ligeramente hostil, me criticaba a mí misma y miraba mi historia de vida pintándola con esa sensación de vacío.
Era impresionante darme cuenta todo lo que desencadenaba una sensación de malestar y cómo está permeaba mi relación con los demás, mi autoconcepto y mi historia personal. Todo ello por no saber identificarla y aceptarla.
Con el tiempo, me percaté que siempre aparecía en los mismos momentos. Me sorprendió encontrarme que cuando dormía en la tarde me despertaba sintiendo un desespero insoportable… Era increíble cómo despertar así y querer deshacerme de ese malestar desencadenaba tantas cosas. Era tan intensa la sensación que aun solo notandola y aceptándola duraba el resto del día.
Aun me pasa a veces cuando duermo en la tarde… La buena noticia es que ya no dura mucho, media hora más o menos y ya no desencadena todo lo que antes sí.
¿Por qué funciona? Suena lindo pero tiene bases científicas, el culpable es… Tatatatan… Un proceso de aprendizaje que se da a través del condicionamiento clásico. Es un aprendizaje que se da por asociación.
En mi caso, empareje en repetidas ocasiones el malestar al despertar con una serie de pensamientos sobre lo que faltaba en mi vida. Por lo que no más pensar en esto reproducía una y otra vez el mismo malestar que sentía al despertar.
Así, podía alargando durante el día entero. Y como la cereza del pastel, también lograba que la sensación fuera cada vez más grande y más insoportable.
Pues imagínense que la solución para esto es: la exposición. De ahí que sea importante aceptar… Cuando nos exponemos continuamente al estimulo asociado, en mi caso los dichosos pensamientos; sin emparejarlos nuevamente al estimulo original, ósea las sensaciones desagradables después de la siesta. La asociación pierden fuerza y los pensamientos dejan de generar la respuesta de malestar.
Es como cuando escuchas los tres pitidos que indican que el microondas termino de calentar tu cena. Tú te levantas emocionado y sacas tu cena. El pitido esta asociado a la cena lista y te produce emoción por comer, tal vez hasta salives como el perrito de Pavlov.
Si tu microondas se daña y empieza a pitar todo el tiempo, aunque siga calentando tu cena, tú, te habitúas a ese sonido y dejas de atender al pitido porque ya no es una señal de que la comida está lista. Se ha perdido la asociación entre comida lista y sonido del micro.
Pero entonces ¿por qué sigo sintiendo malestar a veces al dormir en las tardes? Lo que se eliminó realmente fue el malestar incrementado. El malestar que yo con mis pensamientos estaba generando. Pero el malestar que surge de la siesta, es parte de la vida.
Al menos parte de mi vida, parte de mi fisiología. A veces lo percibo similar a cuando los niños pequeños se despiertan enojados o llorando. En realidad, no sabré nunca si es lo mismo pero tampoco importa mucho.
La vida esta llena de cosa bonitas y de cosa feas. El dolor, la perdida, el miedo, la frustración y la decepción son inherentes a la vida. No se trata de no sufrir, porque buscando no sufrir, sufrimos más.
Lo importantes no es ser felices siempre sino aprehender a enfrentarnos al malestar para que este no se vuelva más grande que nosotros y termine tiñendo el resto de cosas bellas con la pintura de la tristeza. Como yo, al recordar mi historia de vida reinterpretándola con el vacío y la desesperación.
No siempre tiene que ver con sensaciones desagradables al despertar. Puede ser el estrés de un largo día de trabajo, la frustración por que algo no sale como queremos, la rabia después de una discusión, la tristeza al perder algo o a alguien, el cansancio después de una mala noche de sueño.
No importa la situación. Podemos experimentar emociones “negativas” de alta intensidad por muchísimas razones; y estas se convierten en una bola de nieve cuando en vez de aceptarlas, tratamos de eliminarlas.
Aprende a reconocer las emociones, a nombrarlas y a aceptarlas. Una vida más satisfactoria implica inevitablemente saber incluir los pequeños toques amargos. Cuando los aceptamos pasan más rápido y son menos intensos y podemos seguir disfrutando de las demás experiencias llenas de matices dulces.
Deja un comentario