¿Qué es la intuición?

A veces pensamos en la intuición como si fuera un sexto sentido. Como si fuera algo místico e imposible de explicar de manera racional. Es “ese no sé que” que me dice que ahí no es. Qué no confíe o qué me lleva a pensar que las cosas, las situaciones o una persona es diferente de lo que aparenta de manera directa.

Casi siempre cuando hablamos de intuición, estamos haciendo referencia a nuestro propio estado emocional frente a algo. Ese algo que me genera “una corazonada” (una emoción).

Explicación racional

La razón por la cual la intuición se nos presenta como si fuera un sexto sentido es porque no sabemos que estimulo fue el que nos hizo tener esa experiencia emocional. Esto sucede por varias razones:

  1. El lenguaje oral fue lo último que evolucionó en los humanos, hace unos 150.000 años y los humanos existimos desde hace 200.000 años. Esto implica que por miles de años nos comunicamos a través del lenguaje corporal.
  2. Somos por esta razón muy hábiles para leer lo que las personas nos comunican con sus gestos, con su cuerpo y con el tono de voz.
  3. Nuestra capacidad para procesar información de manera consciente es limitada. Esto se hace a través de la memoria de trabajo y esta solo procesa fragmentos limitados de información a la vez.
  4. Tenemos la capacidad de procesar información de otros estímulos de manera automática sin que tengamos que atender de manera consciente a ello.
  5. Somos muy buenos detectando incoherencias entre la comunicación verbal y la no verbal.
  6. Nuestras respuestas emocionales tienen una respuesta bioquímica particular y esta se transmite a las personas que están cerca porque se exhala por la piel (este fenómeno es conocido como contagio emocional).
  7. Imitamos las expresiones faciales de otros y esto nos permite sentir una emoción similar a la del interlocutor durante la interacción social.

Proceso automático

Nuestras emociones surgen como respuesta a una serie de estímulos externos (situaciones, objetos, personas) e internos (pensamientos, sensaciones corporales) y en este sentido nos dan información valiosa sobre el entorno. Esta información nos puede permitir percibir el peligro cuando alguien se comporta de forma que nos produce miedo, aunque de manera aparente el contenido de sus palabras no parezca peligroso (decimos en Colombia: “me genera mala espina”).

Cuando confiamos en esa emoción de miedo (intuición) cambiamos nuestra conducta. Somos más precavidos, nos alejamos o nos mantenemos alerta a lo que hace el otro para tratar de captar de manera intencional y consciente más señales que nos confirmen o no la corazonada.

En este sentido la intuición es muy beneficiosa. Y nos puede ayudar en muchos ámbitos de nuestra vida porque es un sistema que se encarga de procesar información de una gran cantidad de estímulos del entorno sin que esto nos requiera mucho esfuerzo, mientras dedicamos nuestra atención consciente a otras cosas más apremiantes.

El problema

Estas repuestas emocionales no son inalterables. Se modifican a partir de nuestra propia historia de vida. Dependiendo de nuestra propia educación, de lo que vivimos en nuestro núcleo familiar, en nuestras relaciones con los otros y dependiendo también de las propias estrategias qué hemos aprendido para regular o desregular las emociones. Por eso, los estímulos que generan las emociones y la intensidad de las propias respuestas emocionales pueden ser inapropiados.

Nuestra intuición puede tener fallas

Lo vemos a diario cuando las personas aprenden a tenerle miedo a los propios cambios fisiológicos de la respuesta de ansiedad (en el trastorno de pánico) o a los pensamientos (en el TOC y la ansiedad generalizada). Cuando interpretamos conductas normales de nuestra pareja como coqueteo o infidelidad (en la celotipia) o al contrario, cuando se ha crecido en entornos violentos y se han normalizado las agresiones físicas y verbales de otros (“se nos vuelve paisaje” diría una amiga).

Conclusión

La intuición es una gran habilidad pero para usarla hay que desarrollarla y afinarla. Debemos evaluar primero qué tan buenos somos regulando emociones en el día a día y qué cosas nos hacen sentir alegres, confiados, enojados y tristes.

Necesitamos ver si nuestras reacciones emocionales nos ayudan a movernos en le mundo o si al contrario interfieren con nuestra capacidad para controlar nuestra conducta, enfrentarnos a las situaciones y relacionarnos con otros.


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