Han escuchado alguna vez las ocurrencias con las que sale un niño pequeño cuando está aprendiendo a hablar: “¿mamá esa señora porque tiene los ojos de colores diferentes?”, “tío, no te vamos a hacer una fiesta ”, “popó perro” dice el niñ@ mientras mira la comida.
Cuando los niños están aprendiendo a hablar cometen errores continuamente y ahí está uno para decirles. No, eso no es popó, es comida. No le digas a tu tío nada de la fiesta. Aunque pongas él “NO” en la oración él igual se va a enterar. No hables del cuerpo de nadie, eso es imprudente… Al final el niño deja de decirlo y empieza solo a pensarlo pero como no podemos observar lo que piensa, hasta ahí llega nuestra intervención.
Cuando aprendemos a contar o a leer, también pasamos, de la acción externa al pensamiento. Empezamos contando con los dedos, con piedriatas, con ábacos o dibujando rayitas. Cuando nos volvemos más hábiles, contamos haciendo uso solo del pensamiento. Mentalmente, diríamos de forma coloquial.
Al leer, sucede algo similar. Primero leemos en voz alta. Luego leemos moviendo los labios pero sin hablar. Después leemos en silencio y sin mover los labios pero escuchando nuestra propia voz. Visto desde aquí. Hablar y hablarnos (pensar) sería lo mismo ¿la diferencia? Que para bien o para mal, nadie puede observar lo que pensamos.
Pero ¿Porque parecen tan extraños y ajenos, a veces, nuestros propios pensamientos?… ¿Se imaginan que sería de los niños sin no se les enseñaramos que decir y que no? o ¿si no se les corrigiéramos cuándo comenten errores como el de decirle popó a la comida? Toda conducta surge y se moldea en interacción con el ambiente. El pensamiento también, por supuesto. Se moldea a través de lo que aprendemos -experiencias, reglas, juicios, valores-. Sin embargo, pensar tiene menos influencia del medio externo que la conducta publica.
¿Por qué? Porque aquello que pensamos nos pertenece solo a nosotros. Si gritas o insultas a alguien. Esa persona puede responder: mirándote feo, dejándote de hablar, agrediéndote, cambiando su actitud hacia ti, poniéndote limites, etc.
Estas consecuencias, van cambiando tu conducta. Por ejemplo, puede reducir la probabilidad de que le grites una segunda vez… Pero ¿quién te va a mirar feo o a dejar de hablar por pensar los mismos insultos? Nadie, a menos que le compartas aquello que piensas.
Por todo esto, podemos ser más bondadosos y flexibles con nuestros amigos, familiares, conocidos y desconocidos. Pero con nosotros mismos ser extremadamente duros. Nos juzgamos, criticamos, gritamos y hablamos de malas maneras sin mayor dificultad. Podemos ser más severos con nosotros que con nadie.
Y esa voz que escucho en mi cabeza ¿es mía?
El profesor de psicología de Pinceton Julian Jaynes, se dedicó a hacer un análisis exhaustivo de los textos antiguos para entender el pensamiento y creo una teoría interesantísima. Postula que cuando los protagonistas de la Iliada y la odisea escuchan y obedecen las voces de los dioses no están hablando de forma metafórica.
Aquí les dejo algunas de las frases de Homero, el escritor de la Iliada y la Odisea?
“Aquiles reúne a los guerreros en el ágora por inspiración de la diosa Hera”… “¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan?” (Canto I, La Iliada). “Zeus envía un engadoso sueño a Agamenón, y le aconseja que levante el campamento y regrese a casa” (Canto II, La Iliada).
Antes se pensaba que estás eran historias ficticias, que Homero solo hablaba de un mundo antiguo que había desaparecido, que era mitología. Fue así hasta que Heinrich Schliemann a quien su padre le contaba cuentos y leyendas de pequeño. Se obsesionó a los siete años con que Troya existía y que él la hallaría. Y así lo hizo, treinta y nueve años después, en 1871.
Ahora sabemos que Troya existió y se habla de Homero como “el primer corresponsal de guerra”… ¿Escuchaban realmente estas personas a los dioses? o ¿eran sus propios pensamientos lo que escuchaban y no reconocían como propios?
Según Jaynes, la segunda es la respuesta correcta. Cree que “nuestros antepasados vivían en un jardín de esquizofrénicos”. Maríano Sigman, 2022, retoma los trabajos de Jaynes y considera que la creatividad es la huella visible de esta forma antigua de considerar el pensamiento. Por eso cuando tenemos ideas sorprendentes las consideramos inspiración externa.
Yo creo que hay muchas más huellas. Y que las dificultades para entender y “controlar” nuestro propio pensamiento es una de las razones por las que experimentamos problemas psicológicos como: la ansiedad generalizada, la depresión, el toc, la esquizofrenia, entre otros.
Una idea que llega de la nada
Henri Poincaré, era un matemático que trabajaba 14, 17 y hasta 18 horas al día. Un día decidió parar de trabajar porque por más que intentó resolver un problema matemático, no pudo hacerlo. Tiempo después, mientras bajaba unas escaleras, de repente, le llegó la solución qué tanto había buscado ¿salió de la nada? ¿Qué había pasado?
No, la solución la encontró él, era su idea. Procesamos información de forma consciente y también procesamos información en automático. Daniel Kahneman lo llama: pensar rápido, pensar despacio. De hecho la mayor parte de la información perceptiva se procesa de manera rápida -en automático-.
Estas ideas parecen llegar de la nada porque en el proceso automático no media la conciencia. Mucha información se asocia y almacena de forma rápida y nos permite actuar en consecuencia. Como cuando conducimos un coche mientras hablamos con el pasajero de al lado. Llegamos a casa y no recordamos cómo recorrimos todo el camino.
Recibimos información del ambiente a través de los sentidos. De los estímulos externos (exteroceptivo). A través del propio cuerpo (propioceptivo). Y de los órganos internos (interioceptivo). Todo lo que percibimos, se asocia, almacena y usa para actuar, recordar, crear nuevas ideas y resolver problemas. Desde los más “sencillos”. Como evadir obstáculos. Hasta los más complejos. Como resolver problemas matemáticos.
A veces aparecen de repente como le pasó a Poincaré. A veces surgen mientras dormimos como le pasó a Agamenón. Otras veces se manifiestan mientras caminas, te bañas o comes. Los escritores suelen caminar para inspirarse. Sin embargo, aunque no caminemos, todos nos vemos acompañados de una gran cantidad de pensamientos todos los días. Todo el día. Pensamos y somos nosotros los creadores de lo que pensamos. Por más bizarros que a veces nos parezcan esos pensamientos.
Skinner, 1974, considera que los tres sistemas de percepción (interoceptivo, propioceptivo y exterioceptivo) surgieron de manera natural a medida que la especie fue evolucionando. Pero cree que el autoconocimiento surgió más tarde. Que el tiempo que ha tenido de evolución, no ha sido el suficiente para el desarrollo de un sistema nervioso adecuado.
Jaynes, 2022, considera que fue la escritura lo que nos hizo empezar a reconocer que esas voces que parecían ser de los dioses en realidad eran nuestras… Creo que aun nos faltan unas cosas por aprender. Aun ahora solemos vivir muchas veces los pensamientos como incontrolables. Creemos que lo que pensamos es verdad. Actuamos regidos por ideas fugaces.
Hablamos de ellos como presentimientos, intuiciones, obsesiones, intrusiones. Casi como si tuvieran entidad propia. Muchos se dejan llevar por ellos, cambiando sus acciones conforme sus ideas van cambiando.
Me comentó alguien con quien conversaba. “Me miró como si me dijera: ¡hijueputa!”. Le pregunté: ¿te dijo eso? o ¿cuando te miró así tú pensante “me miró como si me dijera: ¡hijueputa!”? Es un pensamiento ¿lo notas? Muchas veces actuamos sin reflexionar. Sin cuestionar nuestras ideas. Casi como si fueran mensajes de los dioses.
Qué hay de la intuición
¿Son tus preocupaciones reales? Tal vez… Entre más alejadas estén de lo que ocurre en el presente. Mientras menor sea la probabilidad de que ocurran. Menos reales… Somos muy buenos argumentando. “Y si”… “Será qué”… “Tal vez”… Son frases que nos abren la puerta a la reflexión infinita. Miles de probabilidades de que las cosas sean como sentimos que pueden ser. Al final. por supuesto saldremos triunfadores. Somos juez y parte.
Casi cualquier cosa puede argumentarse ¿Existen los unicornios? Vamos a tratar de reflexionar sobre si existen o no… Es broma. Pero si me baso solo en mis pensamientos puede que gane. Nuestro piso siempre serán los hechos ¿has visto alguna vez un unicornio? Si no lo has visto, no importa que tan bien argumentes.
¿Existe la mente? ¿Quién la ha visto? Nadie, entonces no existe. Hablo en serio, no existe. Muchos confunden las metáforas con hechos reales ¿tienes miedo de que te rechacen si le muestras a alguien que te encantan los animales raros? ¿Has hablado del tema con alguien antes? ¿Cómo ha reaccionado? ¿Te han dicho o mostrado de forma directa que no les gusta el tema? Responde y decide si tu miedo es real o si estás tomando tus propias ideas como hechos.
¿Es posible controlar el pensamiento?
Sí, pero no de forma directa. La mayoría de las estrategias que las personas suelen usar para cambiar sus ideas, son casi siempre inútiles. En casos especiales, contraproducentes. Por eso, terminan las personas sintiendo los pensamientos como intrusivos y obsesivos. Y no, limpiar siete veces la puerta, para parar de pensar que está contaminada, NO es una buena estrategia.
Las estrategias adecuadas las conocemos los psicólogos y pueden variar y combinarse dependiendo del caso. Pero casi siempre implicará exposición al pensamiento y a la emoción que lo acompaña -miedo, ansiedad- con prevención de respuesta -no rituales o conductas de escape-. Los rituales funcionan como la gasolina de las ideas obsesivas. Mejor dicho, la gasolina que tu usas para seguir creando las ideas que no quieres.
¿Son los pensamientos hechos reales?
Son una forma de conducta definitivamente. Pero todo lo que piensas no es una verdad científica. Piensa en un elefante gigante que cae del techo frente a ti ¿Puedes imaginarlo? Seguro que puedes… ¿Está el elefante frente a ti? Si no está, no es un hecho.
“Se están riendo… Se están burlando de mí… Seguro tengo algo mal”… ¿se están burlando de ti? o ¿viste que se reían y luego pensaste: “se están burlando de mí”? Todos cometemos errores así de manera esporádica. Cuando esta se vuelve la forma habitual de interpretar los hechos. Cuando solemos asumir las interpretaciones como verdades incuestionables. Deliramos.
Parece que alguien me habla
Las alucinaciones pueden ser el mismo fenómeno desde otra entidad sensorial. Autogeneradas. Creaciones que no se sienten como propias.
¿Puedes recordar la ultima conversación que tuviste con un amig@? Cuando recuerdas como hablaba tu amig@ ¿Lo recuerdan con tu propia voz o con la voz de tu amig@? Seguramente puedes reproducir la voz de tu amigo mientras piensas. Sin embargo ¿Eres capaz de hablar como tú amigo? La mayoría no podemos.
Si a esta capacidad le añadimos la capacidad que tenemos de reproducir una imagen, sonido u otra sensación aun que el estimulo no esté presente -osea alucinar- ¡Ahora sí que nos hablan los dioses!
Todos podemos alucinar ¿quien no ha escuchado el celular vibrar o sonar y luego se da cuenta que no hubo tal sonido. Las alucinaciones suelen ser poco frecuentes en la mayoría de las personas, pero ocurren. A veces por asociación de estímulos (Si mi teléfono suele sonar a X hora y en X lugar). También pueden ser de diferentes modalidades sensoriales. Skinner lo explica como visión condicionada. Cuando se vuelven frecuentes y no se reconocen como propias -Sean sonidos, imágenes, pensamientos, etc. – pueden generar mucha ansiedad y miedo. Pueden terminar en un trastorno psicótico.
Un trabajo inconcluso
El trabajo está en obras. Pensar y usar lo que pensamos a nuestro favor es una tarea compleja (hablo de esto en mi articulo: Claves para usar el pensamiento a tu favor). Pero la psicología actual está dotada con el conocimiento y las técnicas que necesitamos para “pensar mejor”. A veces solo es cuestión de informarnos sobre el tema. En otras ocasiones, necesitaremos acompañamiento profesional para hacer de la conducta de pensar un recurso que favorezca nuestra salud.
Así que
Nuestras ideas y pensamientos son creaciones propias. No son mensajes de los dioses o de las musas. Muchas veces son inconsistentes, sin sentido y opuestos a nuestros gustos y valores. Pero son de nuestra autoría.
Podemos aprender a reconocerlos. A seleccionar los que nos sirven. A ignorar los que no nos sirven. Es posible tomar las riendas. Elegir cómo actuar, basándonos en decisiones conscientes y meditadas. A la vez que evitamos la acción impulsiva, dirigida por las turbulencias de los pensamientos del momento.
Todos tendremos que trabajar diferentes áreas según nuestra dificultad. Quien se ve atrapado en el delirio necesitará aprender a reconocer sus ideas como propias. Aquel que sienten los pensamientos como intrusivos deberá aprender a elegir y reforzar otro tipo de ideas. Quien experimenta ansiedad deberá aprender a reconocer que preocupaciones puede seguir como intuición y cuales debe ignorar.
Técnicas hay muchas. Es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando logramos aprender cómo funciona nuestra propia conducta de pensar y aprendemos a influir sobre lo que pensamos, logramos cambiar nuestra vida.
Así como aprendemos a hablar y a decir unas cosas y callar otras. Debemos aprender a hablarnos (pensar) a decirnos unas cosas y no otras. A prestar atención a unos pensamientos y no a otros.
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